“La propuesta busca mantener una buena calidad de vida para toda la población, pero también está pensada específicamente para personas neurodivergentes, que suelen tener dificultades en el procesamiento sensorial y auditivo. Los caños de escape libres o con decibeles superiores a 70 generan desregulaciones emocionales, perjuicio en la calidad de vida y afectan la autonomía, no solo de personas neurodivergentes, sino también de niños y personas mayores”, explicó Boschetti.
Sobre los efectos concretos de estos ruidos, agregó, “Estos sonidos sorpresivos y explosivos pueden generar ansiedad, miedo, desregulación emocional, situaciones de desesperación e incluso aislamiento, porque hay un estímulo que no pueden controlar. En la noche, por ejemplo, los escapes libres dificultan el descanso, y muchas veces los niños requieren canceladores auditivos para poder dormir”.
También señaló, “Hoy hay muchos vehículos que violan la norma actual de 85 decibeles. Creo que esto tiene que ver con la empatía: la diversión de uno debe terminar donde empieza el perjuicio del otro. Claramente, los caños de escape elevados dañan a muchas personas y al medio ambiente. Debemos pensar en lo que hacemos y su impacto en los demás para construir una sociedad más justa y equitativa”.
Boschetti aclaró que, mientras la normativa vigente permite 85 decibeles, la propuesta busca seguir las recomendaciones internacionales, estableciendo 70 decibeles de límite general y 60 decibeles en zonas sensibles como hospitales, centros educativos terapéuticos o residencias de personas mayores.