La puesta en escena incluyó una pancarta con la frase “Kirchnerismo Nunca Más”, diseñada con una tipografía similar a la del histórico informe de la Conadep, emblema del repudio a la última dictadura militar.
La imagen, cuidadosamente planificada, apeló a la provocación. La apropiación del “Nunca Más” no fue casual: formó parte de una ofensiva ideológica que busca instalar la idea de que el principal problema de la Argentina fue el kirchnerismo. El uso de esa consigna, asociada a la memoria, la verdad y la justicia, generó un fuerte rechazo en organismos de derechos humanos, que lo calificaron como una banalización del terrorismo de Estado.
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