En el marco del Día del Orgullo Autista, fecha que se conmemora cada 18 de junio con el objetivo de visibilizar y concientizar sobre la neurodiversidad, Frugotti sostuvo en una nota para la radio, “Para nosotros, la fecha central sigue siendo el 2 de abril, que es el Día Mundial de Concientización sobre el Autismo. Coincide con el Día de Malvinas, y por eso a veces pasa desapercibido, pero es una jornada clave. Esta del 18 de junio nace por un grupo activista en Inglaterra en 2005, y si bien no la tenemos tan incorporada, entendemos que el objetivo es el mismo: visibilizar y exigir derechos”, explicó.

Consultado sobre la diferencia entre autismo clásico y Asperger, sostuvo: “Son distintos en cuanto a la profundidad de los síntomas. El autismo clásico implica muchas más dificultades en el lenguaje y la comunicación. El Asperger, en cambio, es todo lo contrario: puede haber gran facilidad para hablar, para expresarse. Necesitan menos ayudas. La diferencia está en la cantidad de herramientas o apoyos que cada uno requiere”, detalló.

Sobre el comportamiento característico de las personas con Asperger, señaló que uno de los rasgos más visibles es la “falta de flexibilidad e intereses restringidos”. “Si les gusta un tema, pueden hablar durante horas sobre eso y no salen de ahí. Eso puede llevar al aislamiento, o a que los aíslen, porque se vuelve difícil relacionarse cuando no hay intercambio de opiniones o intereses”, explicó.

Frugotti también abordó el tema de la escolaridad, señalando que tanto los niños con autismo como con Asperger “deben estar en la escuela común, pero con adaptaciones curriculares individuales”.

“No hay dos chicos iguales. Hay que armar un plan con los padres, los docentes del aula y los terapeutas, porque cada niño requiere algo distinto. Lo importante es que estén incluidos en el sistema educativo general”, subrayó.

Respecto al notable aumento de casos diagnosticados en los últimos años, opinó:

“Hace 20 años se hablaba de un caso cada 300. Luego, uno cada 100. Hoy la estadística dice que hay uno cada 31. Y no sabemos si es porque realmente hay más casos o porque se diagnostican mejor. Suponiendo que hay más, habría que investigar las causas: genética, ambiente, alimentación. Es un tema que preocupa”.

En cuanto a las señales de alerta para los padres, enfatizó la importancia de la observación en la primera infancia,

“Hay que estar atentos a si el chico fija la mirada, si responde al llamado, si balbucea, si sonríe. La ausencia de balbuceo o sonrisa social a los 5 meses ya puede ser una alerta. O si a los 12 o 18 meses no dice palabras. También los berrinches constantes, los problemas ante cambios de rutina, el aislamiento para jugar, o que no interactúe con sus pares en el jardín”, enumeró.

Además, advirtió que “el pediatra es clave” en este proceso.

“El pediatra debe estar alerta y derivar a profesionales si nota que hay un desarrollo atípico. Los test y el diagnóstico pueden hacerse desde los dos años. Cuanto antes se interviene, mejores son los resultados”, afirmó.

Finalmente, comentó que el Grupo Asperger de Río Grande se mantiene activo sobre todo a través de redes sociales.

“No tenemos lugar físico para reunirnos y eso dificulta mucho. A veces organizamos encuentros, pero la falta de participación también es un problema. Seguimos trabajando por la visibilización, pero necesitamos más apoyo”, concluyó.